Ya hemos escuchado el esperado discurso de investidura de Obama. Finalmente, y tal y como se esperaba, no ha hecho ninguna promesa pero sí ha mostrado su confianza en los estadounidenses para hacer frente a la crisis, tanto económica como de prestigio, a la que se enfrenta su país.
Una crisis que, según ha reconocido, no se va a superar a corto plazo -de hecho los americanos le dan un "cuartelillo" de dos años para ponerle a examen-, pero de la que saldrán con unidad y esperanza. Esperemos que trabaje en ello a fondo para que nos llegue un poquito a Europa y podamos empezar a ver la luz al final del túnel...
Además en su discurso ha reiterado su interés por retirar las tropas de Irak y a ayudar a forjar la paz en Afganistán, dos afirmaciones con las que, a mi juicio, ha marcado una importante distancia con su predecesor, George W. Bush, el presidente americano que pasará a la historia como el que se marchó con el mayor índice de impopularidad.
Otra de las afirmaciones que me ha gustado, ha sido cuando se ha referido al resto de países del mundo. Obama se ha mostrado como el presdiente de un país "amigo de cada nación y cada hombre, mujer, y niño que busca un futuro de paz y dignidad". Una frase a la que me agarro con la esperanza de que Zapatero vuelva a recuperar las relaciones con América, una factor muy importante para nuestra situación en el mundo.
El gran día de Obama se ha traducido en un acto con cerca de tres millones de asistentes, entre los que no han faltado los cantantes y actores del momento, que le han recibido con una gran ovación. Ahora sólo nos queda esperar y comprobar si nuestras esperanzas se materializan en hechos pronto.
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