La última película de Christopher Nolan y protagonizada por Leonardo Dicaprio, ‘Inception’, traducida como ‘Origen’, nos adentra en el mundo de los sueños y la vulnerabilidad de la mente. Nos da la oportunidad de soñar con vidas paralelas en las que un tiro simplemente hace que nos despertemos, sin morir, o nos recuerda la fuerza que tienen los recuerdos a la hora de soñar, de manera que se reflejan esas personas o acontecimientos que marcan nuestro día a día. Así mismo, nos enseña la gravedad de tratar de manipular a los demás y cómo ese hecho puede tener consecuencias insospechadas.
¿Hasta qué punto nuestra vida es real y no un cúmulo de sueños? Desde que nacemos nos introducen en el cerebro un montón de ideas culturales o familiares que van entrando en nuestra mente hasta terminar formando parte de nosotros, según vamos creciendo conocemos a gente nueva que también nos acerca sus maneras de pensar o de entender la vida y, con todo ello, nos planteamos unos objetivos para nuestra vida: crear una familia de una determinada manera, desempeñar un trabajo, adoptar un comportamiento… ¿Qué parte de esas decisiones son nuestras y cuáles son ‘impuestas’ por agentes externos? ¿Hasta qué punto todos esos objetivos que defendemos son deseos propios y no sueños de una situación ideal que, tal vez, nunca alcanzaremos o se convierta en cenizas al hacerlo?
Es más, ¿en qué momento y por qué motivo decidimos ser de derechas o de izquierdas, tener o no tener hijos, dar importancia al matrimonio, ser autónomos, trabajar para una empresa o estudiar una oposición? Al final todas esas sugerencias externas se han internado tanto en nosotros que es casi imposible saber qué ocurriría si tuviéramos una familia diferente, un país de nacimiento distinto u otros amigos.
Me gusta la idea de poder quedarme dormida por un rato y adentrarme en una vida diferente, ojalá tuviéramos una opción B a la que aferrarse cuando la primera fracasa o no camina por dónde nosotros esperábamos o queríamos. Lamentablemente, las decisiones que tomamos no tienen marcha atrás y condicionan el resto de nuestra vida, no tenemos segundas oportunidades pero tampoco debemos tener miedo a esa equivocación porque, como aseguraba una persona muy cercana a mi el otro día, la vida es un cúmulo de experiencias y todas ellas conforman lo que somos, un puzzle para el que no hay vuelta atrás.
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