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En un mundo en el que está de moda el altruismo y el sacrificio personal en favor de los demás puede parecer un poco extraño que yo venga a defender el egoísmo, la oportunidad de mirar por un mismo y de dedicar un tiempo a mantener vivas nuestras aficiones y deseos. No digo que las 24 horas del día tengamos que dedicarnos a nosotros mismos pero sí que renunciar por completo a nuestras necesidades y volcarnos en los demás como refugio a nuestra propia vida es algo insano.
Precisamente me quiero referir al egoísmo sano, ese que consiste en respetar nuestras propias metas aunque los demás no lo hagan, es decir, que cuando llegue el día de hacer balance no podamos refugiarnos en el voluntarismo para justificar que no hemos tenido objetivos en la vida o no hemos contado con el coraje suficiente para perseguirlos.
No estoy hablando de egocentrismo, sino de hacer lo que más nos conviene a nosotros para que eso repercuta en unas mejores relaciones con los demás, perder el miedo a decir que no cuando no deseamos hacer algo o a mantener nuestra intención de poner en marcha un proyecto, ser nosotros mismos le pese a quien le pese.
Esta actitud repercute en una mejora de la autoestima, una actitud más positiva y relajada y un sentimiento de autorrealización que ayuda mucho en lo que a relaciones personales se refiere. El egoísmo sano invalida la posibilidad de culpar a otro de nuestra apatía o nuestros fracasos y potencia la responsabilidad, lo que supone tener que rendir cuentas con uno mismo y no con los demás.
Además, con esta actitud aprendemos también a recibir el no de una pareja o un amigo como algo natural, no como una ofensa o rechazo, sino como la expresión de un deseo o una necesidad, lo que desemboca en un vínculo más sano y sincero, algo que, sin duda, permite mantener con vida la relación con uno mismo y también la relación con esa otra persona, sin necesidad de renunciar a ninguna de las dos.
Piénsalo bien, seguro que puedes recordar varias cosas que has hecho últimamente simplemente porque tu pareja, tus amistades o tus familiares lo deseaban, lo que te ha provocado malestar; también te acordarás de esa actividad o proyecto que mantienes en la nevera por el simple hecho de temer la reacción de los demás.
Propongo que, como entrenamiento, hoy pruebes a hacer algo simplemente porque sí, porque te apetece y que, después, te pares un momento a valorar cómo te sientes. Dejemos de pensar en el egoísmo como un hecho negativo y utilicémoslo para mejorar todo lo que nos rodea, ¿Hay mejor posibilidad de ser altruista?
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