Alrededor de 3,6 millones de personas vieron ayer Pretty Woman en su décimo cuarto pase en Televisión Española y veinte años después de su estreno. Al parecer, esta historia de amor entre Richard Gere y Julia Roberts, un millonario enamoradizo y una prostituta ingenua, es garantía de éxito de audiencia, incluso al competir con la incombustible Aída.
Puede que sólo sea porque nos gusta creer en los amores a primera vista, los imposibles o los políticamente incorrectos, pero me ha dado por pensar que, tal vez, en un momento de dificultades económicas, dos días antes de una huelga general del sector público --al que le espera una rebaja salarial media de cinco puntos— y cuando la rutina diaria es no llegar a fin de mes o encomendarte a todo lo que creas para no quedarte sin trabajo, eso de ver una historia con final feliz nos hace ‘tilín’.
¿Cuántas prostitutas sueñan con que un hombre apuesto y millonario se enamore de ellas, las convierta en princesas y evite que vuelvan a ejercer? No sólo son ellas las que imaginan, puede que esta película que, pensándolo bien tampoco tiene un argumento ni unos diálogos mucho mejores que cualquier otra comedia romántica, nos haga soñar a todos con que el cuento de Cenicienta tiene visos de realidad o con que hay motivos para la esperanza.
Bueno, es sólo una teoría, tal vez su éxito en la pequeña pantalla --teniendo en cuenta que en el cine sólo pagaron la entrada 3,4 millones de españoles, una cifra bastante modesta en comparación, por ejemplo, con Titanic, que logró más de 10 millones de espectadores--, tenga que ver con que, a día de hoy, las mujeres mandan en el mando.
Puede que sólo sea porque nos gusta creer en los amores a primera vista, los imposibles o los políticamente incorrectos, pero me ha dado por pensar que, tal vez, en un momento de dificultades económicas, dos días antes de una huelga general del sector público --al que le espera una rebaja salarial media de cinco puntos— y cuando la rutina diaria es no llegar a fin de mes o encomendarte a todo lo que creas para no quedarte sin trabajo, eso de ver una historia con final feliz nos hace ‘tilín’.
¿Cuántas prostitutas sueñan con que un hombre apuesto y millonario se enamore de ellas, las convierta en princesas y evite que vuelvan a ejercer? No sólo son ellas las que imaginan, puede que esta película que, pensándolo bien tampoco tiene un argumento ni unos diálogos mucho mejores que cualquier otra comedia romántica, nos haga soñar a todos con que el cuento de Cenicienta tiene visos de realidad o con que hay motivos para la esperanza.
Bueno, es sólo una teoría, tal vez su éxito en la pequeña pantalla --teniendo en cuenta que en el cine sólo pagaron la entrada 3,4 millones de españoles, una cifra bastante modesta en comparación, por ejemplo, con Titanic, que logró más de 10 millones de espectadores--, tenga que ver con que, a día de hoy, las mujeres mandan en el mando.
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